Publicado hace 2054 días
Artículo escrito por el participante Luis Armando Vivas Muñoz en el 1º Concurso de Artículos Docentes Grupo Geard.
“El uso total de la palabra para todos me parece un buen lema, de bello sonido democrático. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.
Gianni Rodari
Dentro del contexto escolar, la enseñanza de la literatura se enfrasca en un proceso meramente académico, y no de gusto y de placer, además desconociendo la realidad y contexto social, lo cual contribuye a que la literatura no promueva en los estudiantes algún grado de pertinencia con la época, con la sociedad y con el contexto en el que ellos viven.
Enseñar literatura hoy en día y en el medio social y cultural en el que me desempeño, es una tarea muy difícil e inequitativa frente a otros procesos de enseñanza- aprendizaje, ya que los factores externos que influyen en su vida social, académica y familiar declinan y perjudican la convivencia escolar y el rendimiento académico del estudiante.
El conocimiento y la cultura, no tienen en ellos y en su familia gran prioridad y muchos de ellos viven sumergidos en una crisis de valores y es así como los cánones culturales e intelectuales no apuntan ni ayudan a la formación y promoción de la lectura y por ende de la literatura.
Si reflexionamos sobre las concepciones que sobre la literatura tenemos los maestros y la práctica pedagógica que hemos realizado en torno a ésta, nos daremos cuenta que en gran parte del trabajo de las aulas se ha enfatizado en aspectos formales tales como; las corrientes literarias, los movimientos, los estilos, los autores más destacados y las obras más conocidas etc.
Dentro de este marco conceptual de abordaje en la enseñanza de la literatura, existen diversas perspectivas que evidencian las intencionalidades de los maestros que pretenden enseñar literatura,
Tendencias que van desde la tradicional enfatizando la aprehensión del código, hasta llegar a tendencias alternativas con pretensiones sobre el arte literario.
Teniendo en cuenta este asunto, Romero (2002) expresa
“sucumbir a la complejidad literaria, en donde los docentes pierden de vista, los propósitos de su enseñanza, dejándola a la deriva del “todo vale”….preocupada por la aprehensión de un código normativo, conocimiento histórico y tendencias artísticas perdiendo de vista los propósitos de la literatura”.
Específicamente, estas múltiples maneras de ver lo literario han evidenciado en la experiencia docente un abanico de posibilidades al interior de los mismos centros educativos, cuyas prácticas se transforman radicalmente de un grado a otro, de un curso al siguiente, de un profesor a otro.
Tanto así, que se ha convertido en lugar común caracterizar prácticas muy desiguales en los dos extremos de la Educación Básica: un momento inicial de acercamiento significativo a la literatura a través del juego y en el reconocimiento de sus aperturas a la imaginación y la creatividad; y un momento final constituido más por estudios de historia de la literatura y lecturas más orientadas a la realización de controles y ponderación de calificaciones que a su abordaje discursivo, estableciendo relaciones con la vida de sus lector.
En la mayoría de los casos la formación que hemos otorgado y que nosotros mismos como docentes hemos adquirido en torno a la literatura es bastante escasa, prueba de ello es la larga lista de prejuicios y obstáculos de todo tipo, que se evidencian en la resistencia que oponemos al tratar de leer principalmente literatura.
Y estos obstáculos son el producto de la formación cuadriculada y formalista que se ha hecho de la literatura en el aula y en nuestra formación, porque, “la mayoría de nuestros estudiantes han sido formados en escuelas de letras no como lectores literarios, sino como conocedores de la historia, la crítica y la teoría.
La literatura es para ellos un objeto de estudio; y de esta misma manera es trasladada a la escuela, para que así mismo sea objeto de estudio de los alumnos”. Robledo Helena 2012.p. 2.
Quienes enseñamos literatura concurrimos en un implícito sobre los objetivos de la educación literaria, sobre cuáles deberían ser las estrategias para una buena adquisición de hábitos de lectura, capacidad de análisis de los textos, competencia lectora, conocimiento tanto de obras como de autores más característicos de la historia de la literatura y además de que ésta sea una excusa para promover la escritura.
No obstante, la realidad dentro de las aulas es otra pues cada docente tiene una manera de interpretar y seleccionar los contenidos a trabajar; al hablar de una posible selección se debe considerar que esto conlleva a una exclusión.
La problemática de la enseñanza de la literatura se ahonda quizás porque esta se impone, desde un contexto muy diferente al del estudiante por ejemplo; la enseñanza de la literatura que se imparte hoy en día en la mayoría de instituciones educativas oficiales de Bogotá, está enmarcada en una concepción teórica muy clásica, y se imparte desde los estándares curriculares, emanados por el MEN y que incluyen en su mayoría aspectos, teóricos que van desde características y movimientos literarios, las nacionalidades de los escritores más destacados, así como la enumeración y referenciación de sus principales obras literarias.
El docente actual se debate entre un entorno adverso para la enseñanza de la literatura, la lectura y la escritura.
En la mayoría de las instituciones educativas los espacios como las bibliotecas se encuentran relegados o son considerados de una importancia menor ante las salas de sistemas u otros espacios propios de colegios técnicos, la intensidad horaria de la asignatura también se ve disminuido según el enfoque de las instituciones.
Es este paradigma en la enseñanza de la literatura el que se debe cambiar por una contextualización cultural de la literatura, ya que en la vida real, la literatura tiene funciones específicas siempre en relación con la construcción de mundos, con la expresión de ideas, con la carga de sentimientos y la expresión de emociones, sumado a la adquisición de conceptos culturales, políticos, religiosos, filosóficos y formativos.
La literatura tiene que dejar de ser vista como una asignatura que conforma el currículo emanado por el MEN, y que hace parte del área de Humanidades, bien sea en las asignaturas de; lengua castellana o en español, ya que su función no es pedagógica, ni didáctica, además no se requiere un estudio de esta para ser un buen lector.
La tarea aunque difícil, consiste en cambiar esa mentalidad y llevar la literatura a sus vidas, hacerles entender que la lectura transforma a los seres humanos, desde la perspectiva social, cultural y su propia formación política y esa transformación los convertirá en unos nuevos seres, capaces de enfrentarse a los retos y cambios que les exige la sociedad, estos factores pueden ser tomados como recursos pedagógicos que ayudan y apoyan en la solución de nuestras necesidades y una solución a nuestro encasillamiento de la literatura como asignatura y no como una práctica, tal como debe ser vista y analizada, la literatura debe ser vista como un apoyo trasversal en la formación cultural, que desarrolle en los estudiantes un bagaje cultural y potenciador de nuevas personas que apunte a formar personas soñadoras, intelectuales, pero ante todo buenas personas.
Aunque la literatura no tiene realmente un fin en sí misma, es decir, no busca ser de ninguna forma una guía para quienes la leen (Eagleton 1994)), no es una cuestión sencilla de definir, el concepto va más allá de modas, épocas, ideologías, visiones personales de la vida y el entorno.
Ni siquiera el lenguaje que se usa es una prueba concluyente que efectivamente estamos ante una manifestación literaria.
Va mucho más allá de ello: la literatura es una expresión del hombre, una expresión de su pensamiento, de su sentir, de todo lo que hay en su ser, de todo aquello y quienes lo rodean, de todo lo que lo hace hombre y ser social, de esa sociedad en la que está inmerso y lo moldea de acuerdo al momento histórico.
Sin embargo, la literatura es también una creación artística, toda la belleza contenida en ésta no puede ser ignorada, como no puede ser ignorado el hecho de que el docente de literatura adquiere una gran responsabilidad al asumir este que bien podría considerarse como el reto de formar lectores y escritores que conserven el legado cultural al tiempo que aportan al desarrollo y el gusto del arte literario.
Respecto a la intervención de los adultos y en este caso la de los docentes para hacer que las nuevas generaciones aprendan lo que necesitan para vivir en el lugar en donde están, se debe tener en cuenta que; debido a que el funcionamiento social ha desarrollado valores y formas de vida que van en contra de las condiciones favorables, para leer, en contra de la concentración, la tranquilidad o la soledad; también se ha dado que la intervención de los adultos no ha sido eficiente, o sea que la mediación de los padres y los docentes no ha sido efectiva, también debido a los rápidos cambios en las edades, pasando del entusiasmo infantil por las primeras imágenes y las primeras letras, hasta el desagrado y desinterés de niños y adolescentes y que aunque nuestras bibliotecas escolares y las aulas estén llenas de libros, de lo que se trata es de convencer a los niños y a los jóvenes para que los lean.
Entonces se recomienda la práctica de la lectura compartida inicialmente con niños y adolescentes para ver como progresan en la interpretación, y a partir de los resultados observados, empezar a dedicar más tiempo a la lectura completa de obras, aumentando la conexión entre lectura y escritura y dejando ver el material de lectura como algo neutro denominado “texto”, para aceptar que la clase de libros leídos determinan el tipo de lector que se forma.
La mediación del docente a través de su didáctica, deberá fomentar los hábitos compartidos de lectura en familia, garantizar su sólida formación profesional y extender las rutinas de construcción compartida y de relación entre lectura y escritura en las actividades escolares y de fomento lector.
Finalmente se puede exponer, el siguiente criterio sobre cómo mejorar los buenos hábitos lectores de los estudiantes.
Ante la actitud negativa y pesimista de los estudiantes y principalmente de los adolescentes hacia la lectura (por miedo a no comprender los textos literarios, por pereza, por las modas, ahora las redes sociales, etc.), lo que debemos hacer los maestros es darles de leer, o sea leerles los libros que correspondan a sus intereses, hasta proporcionarles el placer de leer y lograr que ellos sigan leyendo por sí mismo, sin pedirles tediosos informes, listados de vocabularios, controles de lectura, cuadros, no pedir estos informes estandarizados, solo leerles , no construir ninguna muralla de conocimientos preliminares alrededor del libro, no poner ni la más pequeña tarea.
Al reflexionar sobre estos cuestionamientos y acerca de las diferentes concepciones y prácticas en torno a la literatura, me permito exponer las siguientes recomendaciones de tipo didáctico.
Dentro de nuestra cotidianidad es común observar pequeñas y sencillas prácticas de lectura; bien sea a través de prácticas, talleres de LEO (Lectura, escritura y oralidad), PILEO (Proyecto Institucional de Lectura, Escritura y Oralidad) u otros modelos como quieran denominarlos, además he podido observar que dentro de los procesos lectores se destaca un gusto por los textos cortos y mediáticos, que denoten los problemas sociales y culturales de sus pares académicos y que sean vivencia de una realidad social, es decir textos literarios que tengan afinidad con su contexto social, en los cuales se vea identificado como elemento social.
Es necesario sacar la literatura del currículo académico, y llevarla a la práctica diaria a través de la puesta en escena en el quehacer diario escolar.
La forma más fácil de crear un modelo de lectura, consiste en sentarse y ponerse a leer, con ellos cuando los niños y jóvenes lo hacen, siendo el maestro el modelo a seguir.
El maestro debería leer simultáneamente con sus estudiantes, para que ellos vean que esta es una tarea compartida.
El contexto social y cultural del estudiante, debe ser tenido en cuenta, ya que este posibilita la aprehensión y la adquisición del gusto por la lectura y lo ubica como un factor preponderante dentro del proceso de enseñanza aprendizaje, en el cual el estudiante es el protagonista de este proceso.
La práctica lectora debe incluir aspectos tales como; leer, pensar, conversar y escribir los cuales se vuelven indispensables acompañantes de la enseñanza de la literatura; esto exige del docente la habilidad de crear condiciones adecuadas para guiar a sus estudiantes hacia este tipo de espacios, en los que les sea posible una participación fundamentada en la compresión de los textos literarios.
El docente debe ser un conocedor de la literatura en todos sus campos: infantil, juvenil y adulta, para poder generar procesos de conocimiento del mundo de los libros y la lectura, además debe reconocer el contexto social del estudiante que le permita generar las rutas lectoras posibles para sus estudiantes.
Los estudiantes lectores producen mejores textos y con mayor facilidad porque entienden la función comunicativa de la literatura.
La práctica pedagógica y las concepciones que tenemos los maestros sobre la literatura determinan la forma de enseñanza de esta en las aulas de clase.
La consideración de la literatura desde la perspectiva lectora no es gratuita, la lectura es la herramienta de comunicación mediada, que los estudiantes deben aprender para poder enfrentarse a la multiplicidad de textos (expositivos, narrativos, argumentativos) que harán parte de su vida, y sobre ellos se hace necesario que el estudiante sea capaz de comprender sus implicaciones sobre el pensamiento y la lógica.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de grupogeard.com
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