La relevancia funcional que tiene la enseñanza y aprendizaje de la lectura en nuestra sociedad actual, para que los ciudadanos se desenvuelvan con autonomía en la cotidianidad, es innegable e indiscutible. Además, la capacidad de comprender textos escritos es determinante en el contexto escolar, puesto que es la principal herramienta de acceso a la información en todas las asignaturas que hacen parte del currículo. Esto definitivamente limita el desempeño del sujeto en una sociedad dominada por la información y que, en muchas ocasiones, le exige realizar procesos más complejos para lograr entenderla o analizarla.
Por ende, son diversas las investigaciones que se han realizado con el fin de plantear estrategias de mejora en este aspecto; y, por otro lado, otra parte más reducida que ha estudiado los distintos pormenores que inciden en el problema de la comprensión lectora en la escuela.
Entre muchos resultados, lo más común es la revelación con evidencias de que el nivel de lectura de niños y jóvenes (adultos también) es deficiente.
No obstante, también se encuentra una escasa presencia en las aulas de actividades orientadas a instruir en la comprensión de textos (Solé, 1987; Hare y Bingham, 1990). Así que, definitivamente, lo primero es consecuencia de lo segundo.
En resumen, con el presente artículo se busca analizar el problema en la sociedad actual y cómo, de una u otra forma, el paradigma de la enseñanza de la comprensión de lectura ha cambiado y cuáles son las necesidades actuales que nos plantea nuestro contexto global y local.
Al preguntarse por el objetivo de la educación, Noam Chomsky (2012) afirma que hay una manera de abordar el tema, que él cataloga tradicional, y que tiene su origen en la Ilustración. Sostiene que el propósito del sistema educativo, y el de la vida, es investigar y crear. Es decir, buscar la riqueza del pasado y tratar de hacerlo significativo, así pues, comprender más a nuestra manera. Básicamente, el objetivo de la educación es mostrar a la gente cómo aprender por sí mismos. Es, entonces, el aprendiz quien va a cumplir metas y el proceso depende de cuánto puede lograr y dominar, para así usar el conocimiento y crear algo nuevo y funcional para nosotros mismos y para otros.
En la apreciación del norteamericano aparecen dos conceptos clave: investigación y comprensión, que están directamente relacionados con el acto de leer, interpretar, entender, analizar y proponer. Un proceso que conlleva a la obtención y funcionalización del conocimiento. En resumen, un sistema que educa al individuo para ser libre.
Ahora bien, si el objetivo de un sistema educativo es darle al individuo las herramientas para que él mismo aprenda por su propia cuenta, es indiscutible que estas deben ser pertinentes. En primer lugar, el conocimiento de algo debe ser la respuesta a una necesidad global y fundamental, por lo tanto, lo que se enseña debe vincular las partes, totalizar (no fragmentar).
Así, el objetivo de la enseñanza se resume en la necesidad de desarrollar las competencias humanas que lleven a comprender la información dada en un contexto determinado, transformándola en un conocimiento funcional.
Bajo estos principios, Edgar Morín plantea siete saberes necesarios en la educación del futuro, entre estos, la enseñanza de la comprensión toma una importancia de gran magnitud:
La comunicación triunfa, el planeta está atravesado por redes, faxes, teléfonos móviles, módems, Internet. Y, sin embargo, la incomprensión sigue siendo general. Ciertamente hay muchos y muchos avances en la comprensión, pero el progreso de los malentendidos parece ser aún mayor. El problema de la comprensión se ha vuelto crucial para los humanos. Y, como tal, debe ser uno de los objetivos de la educación del futuro. (Morín, 2000)
El momento histórico por el que atravesamos se distingue por el avance continuo, acelerado, de las tecnologías de la información, y es precisamente esta la que predomina, puesto que está, en su mayoría, al alcance de todos. Sin embargo, esta facilidad de acceso y las limitaciones para comprender distintos discursos, está permitiendo que sea la desinformación la que tome ventaja, en consecuencia, es la incomprensión la que impera en nuestra sociedad actual.
Al hablar de información debemos dejar claro que no es igual a conocimiento; se hace necesario distinguir y distanciar. El abismo que hay entre las dos está muy relacionado con la comprensión, puesto que es la forma en cómo debería actuar, deber ser y estar, el sujeto frente a la información:
La información es un nivel, y el conocimiento es una reflexión sobre la información, una capacidad de ordenar, de jerarquizar, de desechar y de seleccionar en la información. Entonces el recibir una inmensa masa de información no es garantía de conocimiento; si el conocimiento no está actuando sobre la información, probablemente esa masa pueda, al contrario, funcionar de una manera obtural, es decir, puede obstaculizar la razón. (Savater, 1997)
Es decir, el proceso de comprensión conlleva directamente al conocimiento y, en consecuencia, si no se comprende la información, el proceso de razonamiento se estanca y es entonces la incomprensión, la desinformación y, por ende, la ignorancia las que predominan. Savater (1997) afirma: “…a mí me parece que la preocupación, digamos, por sacar de la ignorancia corresponde a la educación…, hay algo básico y necesario en la educación, que es ese aprendizaje del pensamiento, de la expresión, de la abstracción y de la capacidad de comprensión…”.
Es entonces la enseñanza de la comprensión un saber necesario, volviendo a Morín, pero también un desafío, que se ha vuelto constante, para la Educación.
De tal modo que el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información está al principio de la lista de lo que debe ser aprendido, como también el arte, aún más difícil, de educar a los seres humanos a este nuevo modo de vivir (Porcheddu, 2005).
En definitiva, la realidad actual marca los principios, las limitaciones y las opciones para desenvolverse en ella. Y es a partir del contexto que algunas necesidades se convierten en un imperativo educativo y social. Enseñar a comprender adquiere, hoy más que nunca, una importancia incalculable. Gadamer (1999), en Verdad y Método, subraya constantemente la relación existente entre la comprensión y la conciencia histórica, una como causa y otra como consecuencia; es, entonces, la comprensión la que permite el acceso a la realidad.
Se concibe la comprensión como algo finito, y tomar en serio esta finitud significa tomar en serio la realidad de la historia, el momento efectual del ser, es decir, los acontecimientos existentes que condicionan al sujeto. Por lo tanto, el desafío de la comprensión está no solo ligado a actuar sobre la información a través de distintos procesos cognitivos, también es claramente congruente a la apropiación de la realidad y a la búsqueda de la verdad.
El sistema educativo debe, o tiene, que encaminarse, desde las demandas que le plantea el contexto, a promover una enseñanza permanente de la comprensión, comenzando por la formación básica y principal del acto de leer. “Comprender e interpretar textos… pertenece con toda evidencia a la experiencia humana del mundo.” (Gadamer, 1999)
Por lo anterior, la comprensión de lectura se ha convertido en un tema y problema recurrente para la investigación educativa.
Numerosos estudios, desde lo pedagógico, didáctico y metodológico, han buscado dar respuesta al gran reto de enseñar a comprender. A partir de distintas pruebas estandarizadas y los deficientes resultados, en el plano local e internacional, se ha despertado también un gran interés social y cultural, hasta económico y político. Así que la enseñanza de esta competencia es ineludible, es la herramienta por excelencia de todo proceso comunicativo entre personas y entre culturas, como marca Juan José Millás (2000): “…se lee para comprender el mundo.
Nadie, pues, puede salir a la vida sin haber adquirido esta habilidad básica”. Por consiguiente, el sistema educativo debe promover y orientarse a la enseñanza, desarrollo y consolidación de la comprensión de lectura, y más en el siglo XXI, donde los medios de comunicación e información representan un nuevo paradigma que hace necesaria una renovación conceptual y metodológica que atienda a los requerimientos que nos plantea la actual realidad histórica.
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