Publicado hace 2300 días
Artículo publicado por la participante María Alejandra Jiménez en el 1º Concurso de Artículos Docentes Grupo Geard Colombia
En un segmento del documental “¿Qué invadimos ahora?”, Michael Moore averigua qué es eso que ha puesta a Finlandia a la cabeza de casi todos los sistemas de clasificación educativa.
El video, de una duración de no más de diez minutos —apropiado para el reducido tiempo máximo de concentración de los usuarios de internet— ofrece como premisa principal que a los niños hay que dejarlos ser niños y no abrumarlos con extensivas jornadas y deberes escolares.
La medida de eliminar los deberes escolares no es nueva: Francia instauró un decreto desde 1956, a menudo ignorado por las escuelas y maestros del país galo. Bélgica ha introducido regulación relacionada con el tema a partir de 2001 y en Estados Unidos, California ha abolido las tareas para el caso particular de la escuela primaria, desde 2009.
El tema es motivo de polémica en nuestro país, pues recientemente el alcalde del municipio de Soledad ha implementado un plan piloto para eliminarlas, empezando con diez escuelas y con otro polémico beneficio: los alumnos iniciarán la jornada escolar a las 8 de la mañana.
La necesidad de implementar nuevas estrategias y explorar qué lleva al éxito a determinados sistemas y países es consecuente con el deseo de superación de una sociedad en desarrollo.
Es imperativo llevar el debate más allá de la comparación a una perspectiva más compleja. Lejos de satanizar lo que hasta ahora se ve como una anticuada manera de reforzar el conocimiento, es necesario cuestionar la utilidad de lo que podría ser una excelente herramienta pedagógica.
Los deberes escolares pueden incurrir en un exceso de estrés y ansiedad contraproducentes al proceso de aprendizaje.
La OMS alerta acerca de la incidencia de los deberes para la salud, pues dedicarse a estos por un tiempo prolongado influye negativamente en la capacidad para socializar y es causa de dolores de cabeza, de espalda, migrañas y otras manifestaciones somáticas.
No obstante, un estudio hecho por el departamento de educación en Inglaterra revela que hay una correlación entre el tiempo dedicado a la realización de deberes y el éxito de los estudiantes en materias como matemática, ciencias e inglés.
El pedagogo Julián de Zubiría menciona en su artículo para la revista Semana: “¿Sirven las tareas escolares?” que “sus detractores cometen un error elemental, pero muy generalizado: confunden los síntomas con la enfermedad”.
Debido al carácter mecánico y doctrinal que caracteriza al modelo pedagógico tradicional en el cual la mayoría de estas tareas se basan, “esas tareas no sirven y no ayudan al aprendizaje, porque no favorecen la reflexión, la interpretación, la convivencia, el diálogo o a la lectura reflexiva, entre otros.”
Uno de los condicionantes psicológicos para la adquisición de conocimientos y habilidades a largo plazo depende en gran medida de la práctica.
Sería necesario entonces, dejar de subestimar la inclusión de las tareas en la escuela, dinamizar la estructura de estas y empezar a verlas como un instrumento de aprendizaje que, en lugar de afianzar los conocimientos genere en el estudiante la necesidad de cuestionar, interrogar, crear, inventar… en otras palabras: enseñar a pensar.
El más conocido estudio sobre la tarea escolar es el del profesor Harris Cooper de la Universidad de Duke.
El profesor encontró una relación positiva entre el buen rendimiento académico y la realización de tareas.
Existe un impacto positivo en las calificaciones de los exámenes y, de acuerdo con su investigación, hacer tareas en casa fortifica los hábitos de estudio, disciplina e independencia, así como instiga la curiosidad y la capacidad para resolver problemas.
Sin embargo, no todo es bueno: el investigador observó que las tareas pueden llegar a causar fatiga física y emocional, alimentar actitudes negativas hacia el estudio y limitar el tiempo de recreación de los niños.
El estudio no es conclusivo, pero deja ver que, si bien los excesos pueden llegar a ser nocivos, a través de un replanteamiento del deber escolar este puede utilizarse, entre otros fines, para abrir portales de curiosidad y enseñar a los educandos a pensar por sí mismos.
Bien lo dice el antiguo adagio: “Si le das un pescado a un hombre, comerá un día. Si le enseñas a pescar, comerá toda la vida”.
Duración
El estudio antes mencionado propone una regla conocida como “regla de los diez minutos”, la cual consiste en multiplicar por diez minutos según el curso en el cual se encuentran los estudiantes, llegando a un máximo de dos horas diarias.
La mayoría de los expertos coincide en que un excesivo tiempo dedicado al estudio conduce a generar fobias y actitudes negativas, por lo cual lo mejor es reducir el tiempo dedicado a un deber escolar.
Dependiendo del diseño de la actividad o proyecto requerido, se pueden asignar límites de tiempo para evitar el agotamiento y la desidia producidos por un esfuerzo innecesario.
Fomentar la autonomía
Un buen proyecto debe ser diseñado de tal forma que los estudiantes sean capaces de realizarlo solos.
La mayoría de veces los padres de familia y otros adultos en el hogar terminan siendo los autores de dichas tareas e incluso, en los casos más tristes, éstos les pagan a terceros para su realización.
Esto sucede cuando se señalan estándares muy difíciles de alcanzar para el alumno.
La mejor manera de evitar esto es diseñando actividades lo suficientemente motivadoras para los muchachos, las cuales deberán adaptarse al ritmo de aprendizaje y nivel de los estudiantes en cuestión.
Favoreciendo un estilo incluyente, esto es, teniendo en cuenta los diversos niveles de aprendizaje e inteligencias múltiples de los educandos, nos aseguramos de hacerlos sentir idóneos para la tarea asignada.
Proponer, si fuera posible, diversas opciones según las preferencias de los muchachos con el objetivo de comprometerlos en el proceso de afianzar el conocimiento.
Desarrollar la creatividad
El odio hacia las tareas escolares tiene, en gran parte, raíces en el mecanicismo de la educación tradicional.
Según David P. Ausubel: “Una de las razones de que se desarrolle en los alumnos una propensión hacia el aprendizaje repetitivo con relación a la materia potencialmente significativa consiste en que aprenden por triste experiencia que las respuestas sustancialmente correctas que carecen de correspondencia literal con lo que les han enseñado no son válidas para algunos profesores.
Otra de las razones consiste en que por un nivel generalmente elevado de ansiedad, o por experiencias de fracasos crónicos en un tema dado que reflejan, a su vez, escasa aptitud o enseñanza deficientemente y de ahí que, aparte del aprendizaje por repetición, no encuentren ninguna otra alternativa que el pánico.
Este fenómeno es muy familiar a los profesores de matemáticas por el difundido predominio del “choque del número” o de la “ansiedad del número”.
Por último, puede desarrollarse en los alumnos una actitud para aprender por repetición si están sometidos a demasiada presión como para ponerse sueltos de lengua o para ocultar, en vez de admitir y remediar gradualmente su falta original de comprensión genuina”.
Recitar de memoria los elementos de la tabla periódica o las personas del singular y plural del verbo “To Be” puede ser objeto de nostálgicas anécdotas de nuestro paso por la etapa escolar, pero que nadie se llame a engaño: en la llamada “Era de la Información”, el uso afiebrado y obsesivo de computadores, tabletas, calculadoras y demás muletas tecnológicas está modificando irremediablemente nuestra manera de aprender y comprender.
Se requieren estímulos que faciliten conexiones significativas para la mente estudiantil, actividades que alimenten la curiosidad y propicien la pasión por investigar.
Favorecer la autorregulación
Más allá de acumular conocimientos, el principal objetivo de los deberes asignados siempre ha sido el de ayudar a los niños a desarrollar buenos hábitos y disciplina.
La autorregulación se entiende como un proceso meta cognitivo que permite al individuo regular lo que piensa, lo que siente, para que pueda saber manejar sus acciones y responder a cualquier situación que se le presente en la vida, de una manera positiva, productiva, de una manera que sea de beneficio para ellos mismos y a los demás.
Por supuesto, estos procesos deben surgir en el aula de clase y fuera de ella y un buen ejemplo de ello es la creación de proyectos y actividades que propicien la autoevaluación, el descubrimiento de herramientas para la mejora personal y la capacidad de direccionar metas para la consecución de un fin.
Involucrar las TICs
En una sociedad absorbida por la tecnología, es necesario promover el uso de las TICs para acercar a las nuevas generaciones al conocimiento.
Será difícil ganar la atención de los más jóvenes sin el puente generacional provisto por las herramientas tecnológicas y el reto consistirá en disponer de ellas como soporte, en lugar de elemento distractor o enemigo del conocimiento.
La implementación de redes sociales y otras herramientas TICs no sólo contribuye a incrementar la motivación, sino que permite personalizar los deberes y mantener una estrecha comunicación con el estudiando, lo cual facilita la labor asesora del docente.
Además, la implementación de fuentes informales de conocimiento como YouTube, blogs, librerías online, entre otros, hace más asequible y democrática la investigación.
Como hemos visto, el reto de la educación debe ser fomentar en los alumnos la capacidad, ante todo, de aprender por sí mismos.
El buen maestro hace uso de todos los instrumentos a su disposición para inspirar en sus estudiantes el deseo de aprender y la tarea, la más tradicional de todas las herramientas, puede replantearse para tales fines.
El educador ha cambiado su rol en los tiempos recientes de un transmisor de saberes a un facilitador de procesos de pensamiento.
Su ideal debe estar en llegar a ese estado imaginado por Albert Einstein quien decía: “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”.
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