Publicado hace 2142 días
Por María del Pilar Rocha González en el 1.º Concurso de Artículos Grupo Geard.
Mucho se habla en estos días del término currículo, de hecho en la educación y el mundo académico, la palabra currículo o curriculum representa un punto clave para la formación disciplinaria e institucional. No obstante, poco se sabe en las instituciones o claustros educativos, la importancia de este recurso disciplinar y no es precisamente por un caso de ignorancia, sino por el contrario a la cantidad de definiciones que subyacen de este término. En este sentido, el punto que nos convoca es aproximarnos al sentido de dicha consigna, a su importancia, más que su definición como concepto.
Por lo tanto, para comprender un poco el sentido de currículo, es necesario traer a colación algunas definiciones, planteamientos y propuestas hechas por investigadores del currículo en el mundo académico y educativo como George Posner, Lawrence Stenhouse, Gimeno Sacristán y Shirley Grundy. Todo con el fin de compararlas y ajustar las aserciones que tienen conjuntamente sobre currículo en sus investigaciones.
Para iniciar, hay una gran preocupación que redunda en estos investigadores, y es cómo el currículo ha pasado de ser una concepción a un concepto en el mundo académico, dado a que estos autores confluyen en que el currículo no se define, se interpreta. Todo radica en la apropiación que se haga de éste recurso en las prácticas, pues el currículo en gran medida representa un conglomerado de ideas y saberes. George Posner, en su texto “Análisis del currículo” hace énfasis en cada una de las modalidades de currículo que existen, exactamente las denomina como: Alcance y secuencia, Programa de estudios, Esquema de contenido y Estándares (1998, p.5).
Sin embargo, el currículo independientemente de como se le denomine va dirigido a un solo objetivo que es el aprendizaje y el crecimiento educativo. Por lo tanto es sumamente innecesario conocer su definición, ya que cuando se crea un currículo en un claustro educativo o institución se debe pensar en las necesidades de todos los participantes, es decir directivos, docentes, estudiantes y padres o acudientes. Porque el curriculum no es un concepto, sino una construcción cultural. “Es decir, no se trata de un concepto abstracto que tenga alguna existencia aparte de y antecedente a la experiencia humana.” (Grundy, 1992, p.1), sino que el currículo debe ser una tarea conjunta entre academia y comunidad educativa, teniendo en cuenta que en las prácticas educativas, se tiende a relegar el currículo a un elemento de oficina que se archiva olvidando la importancia de éste para la formación social y cultural. Toda comunidad, centro o institución educativa, debe contar con un plan, un plan que permita recoger todas las necesidades académicas, intelectuales y por supuesto reflexivas que den pie a un ambiente educativo más apropiado. Posner sugiere que para llegar a una adecuada formación del currículo es necesario hacerse a un eclecticismo reflexivo, y hace la salvedad utilizando el apelativo de reflexivo, pues un eclecticismo a secas podría conducirnos al riesgo de caer en la dispersión, es decir querer saberlo todo pero al final no saber nada. Por esta razón Posner afirma que:
Lo que necesitan comprender quienes toman las decisiones de un currículo es la amplia variedad de alternativas curriculares. Para evitar caer en la trampa del “bote de basura” del eclecticismo, ellos deberán entender los dilemas que implica cada decisión curricular, así como estar dispuestos a exhibir las suposiciones tacitas detrás de cada alternativa. (1998, p. 5)
En este sentido, es posible afirmar que la propuesta de Posner es válida. No obstante, más que reflexionar sobre las disciplinas que conforman un currículo, es necesario tomar un criterio propio acerca de lo que se ha creado, es decir, se puede-como dice Posner-utilizar un eclecticismo reflexivo, pero siempre pensando en aras de la autenticidad y la autonomía intelectual. No cabe duda que un currículo bien planteado, es clave para el crecimiento de los procesos educativos, no importa porque clase de currículo se opte siempre y cuando este atienda las necesidades de la comunidad educativa, pero sobre todo las de estudiantes y docentes, pues el docente como formador y el estudiante como sujeto a formar, necesitan estar en total concordancia en relación con los temas y demás objetivos propuestos en los planes educativos.
La importancia de un currículo en un sistema educativo es que exista un proceso, y que los objetivos propuestos logren los resultados esperados en el aprendizaje. Por lo regular cuando se crea un currículo oficial, sin consenso, y sólo con el objetivo de cumplir una labor institucional, los resultados propuestos por los objetivos poco se cumplen, pues el docente dado al desconocimiento de lo que sea planeado en la institución se inclina por otras alternativas. De ahí surgen los cinco currículos concurrentes que menciona Posner: el oficial que es el que determina la institución o claustro educativo que se basa en esquemas y cuadros. El operativo que es el que imparte el maestro con sus propios saberes, y que con su práctica y experiencia vierte saberes nuevos al estudiante en el aula. El oculto que se puede determinar como el contestatario que impugna ideologías y saberes que no están considerados por el currículo oficial. El nulo que se dedica reflexionar sobre las materias que no se enseñan dentro de una institución y el adicional que surge de un complemento hecho por el docente cuando por algún motivo el currículo oficial omite o no ve necesario incluir algunas disciplinas dentro de sus objetivos. (1998, p. 14). En muchas ocasiones el docente se inclina por utilizar los currículos que están fuera de lo oficial, por supuesto es de aclarar que esto no es negativo, de hecho puede ser bastante positivo si se tienen en cuenta que muchas veces los estudiantes pueden aprender más de las lecciones espontaneas del docentes más que las que están en el programa oficial. Sin embargo cuando está situación se presenta muy seguido quiere decir que los currículos de las instituciones rara vez se realizan de forma consensuada como es lo indicado.
Ante esta situación, Shirley Grundy opina que más que observar el currículo como un producto, es necesario observar a quienes lo construyen (Grundy, 1992, p.5), opinión que es totalmente acertada, dado a que los objetivos de una práctica curricular deben funcionar en pro a la condición humana. Por lo tanto, todo depende de los ideales que viertan los diseñadores curriculares en su proceso de construcción, para que los resultados en los estudiantes sean vigentes. Por este motivo Grundy afirma que “pensar en el curriculum es pensar en cómo actúa e interactúa un grupo de personas en ciertas situaciones. No es describir y analizar un elemento que existe aparte de la interacción humana.”(p.6)
De esta manera se entiende que la única forma para conocer un currículo desde su sentido, es conociéndolo en todo su proceso. Esta sería una de las opciones más convenientes que podría utilizar la comunidad educativa de una institución, para opinar de lo que se lleva a cabo. En otras palabras desde el rol del profesor resulta bastante enriquecedor seguir el proceso en la elaboración de un currículo para tener una plena seguridad de lo que enseña y lo que puede enseñar. Es desde este aspecto donde surge la necesidad de una actitud crítica, la crítica es clave para el desarrollo de cualquier proceso, incluso el curricular. Lawrence Stenhouse afirma que una crítica solo se hace si se ha valorado adecuadamente el objeto a criticar, es decir que nada que sea ajeno o desconocido para nosotros puede ser criticado. Por ello es necesario reflexionar sobre todo lo que nos rodea, más si es de carácter académico y disciplinar. El docente puede participar del proceso en un currículo y dar opinión de este, ya que “las aulas no pueden mejorar sino mediante la acción de los profesores: estos han de ser los críticos de la labor relativa al C. y no sean dóciles agentes.” (Stenhouse, 1970, p.117). En términos generales sería una construcción conjunta que pueda ser valorada y llegado el caso criticada, pues no siempre en el diseño curricular se toman buenas decisiones y el docente que tiene gran autoridad no sólo por pertenecer a la comunidad educativa sino por tener los saberes, son los que más deberían estar al tanto de estos procesos que se toman en las instituciones.
Este aspecto también lo menciona Gimeno Sacristán (1988) en su “Aproximación al concepto de currículo”, pues dado a la cantidad de definiciones que surgen del currículo, se muestra una gran preocupación más por el contenido que por el resultado. Esto hace que se obvie el verdadero sentido de un currículo, Sacristán es enfático al decir que cada definición que surge del currículo sólo pretende mostrar una verdad perpetua, y por lo tanto se contradicen o se pone en contraposición con otras definiciones. Aun sabiendo que el verdadero sentido está en el proceder de estos objetivos institucionales, no hay una definición valida mientras el sistema educativo no funcione en su totalidad. En este sentido Sacristán es reiterativo al afirmar que:
El curriculum es una praxis antes que un objeto estático emanado de un modelo coherente de pensar la educación o los aprendizajes necesarios de los niños y de los jóvenes, que tampoco se agota en la parte explícita del proyecto de socialización cultural en las escuelas. (1988, p. 16)
El ideal con el que se crea o debería crearse un currículo es el de reflexionar las carencias de los estudiantes. Lo primero revisar si el diseño curricular es acorde a las necesidades educativas de los docentes y los educandos y lo segundo si los jóvenes logran incrementar su aprendizaje y los docentes consiguen afianzar sus prácticas educativas. De esta manera se podría llegar a materializar lo que ambiciona un currículo cuando se establece en un plan de estudios. También sería la oportunidad de que el docente y el estudiante tomen un nuevo aire y escapen de la monotonía de sus prácticas a las que han sido sometidos por años, y de igual manera sería una oportunidad de dar un vuelco a los modelos educativos que siempre han prevalecido en el mundo académico.
Es así como todos los autores mencionados en el presente artículo concuerdan en muchos aspectos, aspectos como: la idea de que el currículo sea tomado como un ente que no cuenta con ninguna prioridad en el deber educativo, también la necesidad de participación de la comunidad educativa en los diseños curriculares. La forma de ver el currículo como un concepto más del diccionario y no como una acción de la cual dependen muchas cosas, como la formación y el aprendizaje.
Por mi parte pienso que es necesario llegar a una alfabetización sobre estos procesos, muchas de las razones del por qué el maestro no toma partido en esta clase de procesos se debe a la desinformación a la que ha estado sujeto por años, entre más conocimiento se obtenga sobre estas concepciones como currículo, estándares y planes de estudio más oportunidad tiene el nivel educativo de surgir.
Ante este aspecto creo que los autores mencionados anteriormente deben ser más enfáticos, pues sabemos que todos partimos de un contexto donde se manejan de forma diferente las acciones. Por lo tanto una manera de llegar a reducir un poco la preocupación de la educación, es aterrizando todas estas investigaciones en la práctica, por supuesto no estoy queriendo decir que los autores no lo sugieran en los textos. Sin embargo, si es pertinente reiterarlo más, para que el currículo pase de ser un instrumento a todo un accionar del aprendizaje y la educación.
Deseo conocer sobre el tema.